domingo, 28 de febrero de 2010

Bohemia, un nombre muy futbolero

Bohemia es el nombre que recibe un territorio de poco más de 50.000 metros cuadrados en pleno corazón de Europa, en la parte central y occidental de lo que hoy se conoce como República Checa. La región es famosa por su artística industria cristalera, su cerveza (algunos dicen que también bastante artística) y el ininteligible idioma en que dicen comunicarse los indígenas. Pero Bohemia, tierra de excelentes futbolistas, también ha prestado su nombre a unos cuantos equipos.

Curiosamente, el más antiguo de ellos tiene su sede bastante lejos de Praga. Se trata del Bohemian Football Club irlandés, fundado en 1890 cerca del Phoenix Park, tres kilómetros al oeste del centro de Dublín. Sus camisetas rojinegras están entre las más gloriosas de la isla: son campeones de once ligas, incluidas las dos últimas, y de siete copas, además de ser el equipo irlandés que más partidos ha disputado en competiciones europeas. Sin embargo su nombre no tiene nada que ver con los checos. Los primeros socios votaron esta denominación porque les gustaban las referencias a la vida errante y aventurera que se asocia a los bohemios.

Referencia que no se corresponde a la realidad: los checoslovacos son gente tan tranquila que fueron capaces de derrocar una dictadura comunista y desintegrar su país en cuatro años… sin disparar una sola bala. Sin embargo, la idea ha calado fuerte en todo el mundo. Por ejemplo, en Argentina. Allí hay un equipo que no lleva el nombre, pero sí el apodo de bohemios, que para el caso es lo mismo. Se trata de Atlanta, del barrio bonaerense de Monserrat, uno de tantos clubes “de vecindario” que proliferaron en la Sudamérica de principios del siglo XX. Desde sus inicios el club auriazul tuvo graves problemas económicos que le obligaban a estar constantemente mudándose de estadio y de sede social, de ahí el mote que aún les acompaña. Ya estabilizados, cuentan con un campo de 30.000 espectadores (el León Kolbovsky) pero deambulan por la tercera división nacional.


Y por supuesto, hay bohemios en Bohemia. De hecho, hay dos, que además se llevan bastante mal entre ellos. Aunque la rivalidad es bastante reciente, porque hasta hace poco sólo existía un Bohemians, fundado en 1905, que debía su nombre a que fue el equipo que representó al país en un torneo disputado en Australia en los años ’20 y su símbolo, un canguro, al regalo que le hizo el gobierno oceánico en agradecimiento por la visita, regalo que donaron al zoo de Praga. Este club, muy popular por su juego vistoso y ofensivo y por acoger a los disidentes de la dictadura en los '70 y '80, ha sido históricamente uno de los más importantes de su ciudad, y una seria alternativa en el fútbol local a gigantes como el Slavia, el Sparta o el otrora poderoso Dukla del ejército. Ha contado con figuras de renombre como Antonín Panenka, el del penalti, y entre las gestas verdiblancas se recuerda la temporada 1982/83, en la que se alzaron con el título de liga y en la UEFA sólo pudo con ellos el Anderlecht, a la postre campeón.

Pero en 2005 llegó la catástrofe: el Bohemians, a quien la mala gestión había llevado a segunda, cae en bancarrota y desaparece. Aficionados de toda Chequia hacen una colecta para refundarlo… y lo consiguen, logrando que les readmitan en tercera. Pero mientras tanto, un empresario listillo compra los derechos del club antiguo (escudo y colores incluidos), se adueña de un equipucho de cuarta fila de un suburbio al norte de Praga llamado Střížkov y lo transforma en el “nuevo” Bohemians; esto obliga al club de los aficionados, auténtico heredero del de toda la vida, a rebautizarse como Bohemians 1905.


Desde entonces ambos equipos se han mantenido más o menos al mismo nivel: en poco tiempo han sido capaces de subir a la máxima categoría del fútbol checo, donde ambos se encuentran en la actualidad. Pero sus diferencias son abismales: mientras el engendro nuevo apenas tiene afición y juega de prestado en un estadio propiedad del gobierno porque su campo de Střížkov no cumple los requisitos mínimos, la gran masa social del 1905 llena cada dos fines de semana las 7.500 plazas del mítico Ďolíček, en cuyo palco se sienta el presidente Panenka. Además, la clasificación de la Gambrinus Liga (que lidera el sorprendente Teplice) refleja una cierta justicia poética: mientras el 1905 sobrevive cómodamente en mitad de la tabla, los usurpadores no levantan cabeza y van a tener complicado abandonar el último puesto.